“La higiene y la salud moral dependen de la disposición de las ciudades. Sin higiene y salud moral, la célula social se atrofia ".
´La ciudad del Futuro´ , Le Corbusier 1924
La descontrolada propagación del novel Covid ha reorganizado rápidamente nuestros cuerpos en el espacio, reduciendo temporalmente nuestras esfera de movimiento y, paradojalmente, ampliando arbitrariamente nuestras burbujas proxémicas, ese globo invisible que nos envuelve, no vemos pero si sentimos. Nos quedamos donde estamos, pero de repente el entorno y las ciudades en las que vivimos, han cambiado…o lo harán.
Esto no es nuevo, las enfermedades infecciosas ya han moldeado los lugares donde vivimos, a través de la arquitectura, el diseño y la planificación urbana, varias veces con anterioridad y de manera duradera. En este momento, las restricciones en el movimiento y el distanciamiento en la interacción social son críticos para mantener a raya al Covid. Estas intervenciones espaciales tienen un linaje de mayor data, consagrandose en los edificios que surgieron del movimiento moderno del siglo XX. En la estela mortal de las pandemias de gripe, cólera, peste bubónica y tuberculosis, los arquitectos de principios del siglo XX vieron el diseño como una panacea para las enfermedades de las ciudades superpobladas. Así como esos flagelos marcaron cicatrices y luego reformaron las ciudades, muy posiblemente hoy vuelva a suceder.
CÓLERA
Las ciudades del siglo XIX eran lugares abarrotados y sucios
que proporcionaban el caldo de cultivo perfecto para enfermedades como el cólera.
Mientras que la basura, el estiércol animal y los desechos humanos fluían
libremente hacia las fuentes de agua potable, fue el cóctel penetrante
de olores resultante, lo que muchos profesionales médicos
atribuyeron a la propagación de enfermedades.
Los funcionarios de salud pública se adhirieron a una idea que data
de la Edad Media, que las enfermedades infecciosas eran causadas principalmente
por vapores nocivos conocidos como "miasma" emitidos por la materia
orgánica
en descomposición. La teoría pronto quedó obsoleta cuando
fue substituida por la Teoría Microbiana de la enfermedad. De todos
modos, los defensores de la Teoría Miasmática, abogaron por una mejor ventilación,
drenaje de efluentes y prácticas sanitarias para librar a las
ciudades del aire contaminado y maloliente. En Nueva York, por ejemplo,
respondieron a los brotes de cólera desterrando a 20,000 cerdos del
corazón de la ciudad y construyendo un sistema de acueducto de casi
70 km que entregaba agua potable limpia desde el norte de la ciudad.
"El miedo al miasma probablemente tuvo el impacto más
significativo en el entorno construido a raíz de las epidemias de cólera
y fiebre amarilla", dice Sara Jensen Carr, profesora asistente de
arquitectura, urbanismo y paisaje en la Northeastern University. “Principalmente,
impulsó iniciativas de infraestructura masivas en ciudades emergentes,
como la instalación de sistemas subterráneos de aguas residuales. Esa
infraestructura, a su vez, a menudo significaba que las calles sobre ellas se
hacían
más
rectas y anchas, así como pavimentadas para que pudieran lavarse más
fácilmente
al final del día para que las pilas de desechos no emitieran "gases
miasmáticos". Las zonas pantanosas de las ciudades también
se rellenaron, lo que permitió la expansión de la
industria y la vivienda también”.
Según Carr, en su libro ´The
Topography of Wellness: Health and the American Urban Landscape´,
"la familiar cuadrícula urbana, que se encuentra en la
mayoría de las ciudades modernas, se remonta a la antigua Roma y fue
tomada del modo que el Imperio organizaba sus campamentos miliares o
"Castros”, pero creció en popularidad debido a las mejoras de
infraestructura que permitía implementar en respuesta a las
pandemias. Las trazas largas y rectas, beneficiaban eliminando la acumulación
de agua fétida en las calles meandrosas y facilitaron la instalación
de tendidos de agua potable y tuberías de alcantarillado.
LA PESTE NEGRA
La tercera pandemia también conocida como la Peste Negra, fue una
plaga sin precedentes. Por primera vez en la historia y durante más
de un siglo (1855-1959), la peste bubónica se extendió a los cinco
continentes y provocó más de 12 millones de muertes.
Para 1905, los expertos identificaron el papel que las ratas
y las pulgas jugaban en la transmisión de la enfermedad. Pero estos
descubrimientos hicieron poco para mejorar las medidas de salud pública.
Cuarentenas, evacuaciones forzadas y la quema de los
vecindarios afectados, como sucedió en el barrio chino de Honolulu, Hawái,
en 1900, fueron aplicadas contra la pandemia, provocando angustia y conflictos
en las áreas afectadas.
Para la década de 1920, ya había
una aplicación sistemática de medidas a prueba de ratas, como
el cambio de estructuras en casas privadas y edificios públicos, para
evitar que pudieran entrar o anidar. "Eso implicó mucho concreto,
mucho metal y también ajustes para impedir que escalaran las edificaciones…
hasta les ponían obstáculos, pero las ratas son muy
inteligentes y los obviaban, así que era una lucha constante.
Los cimientos de las edificaciones tenían
que ser de concreto, pues las ratas cavaban para entrar por debajo de ellos. “Antes
no habrías intervenido una vivienda existente para cambiarle los
cimientos, pero tras el descubrimiento científico, las autoridades sanitarias lo
ordenaban y los gobiernos daban incentivos para que se hiciera", subraya
el antropólogo médico Christos Lynteris, coautor de ´La
Peste y la ciudad´.
"Fue una transformación global de la materialización
del espacio construido que habitamos". Llegando hasta la aplicación
de materiales por creencia de condiciones sanitarias especiales como el caso
del bronce, el cual era una opción preferida en ámbitos privados
y públicos
pues se creía que tenían propiedades antimiasmáticas.
Hoy en día, se sigue estudiando pues parece que en ciertos casos
proveen una superficie no apta para los microbios. Cambió el diseño
de todo, desde tuberías de drenaje hasta umbrales de puertas
y cimientos de edificios, en una guerra global contra la rata.
LA PLAGA BLANCA
Entre 1810 y 1815, agravada por el hacinamiento y las
condiciones de vida sucias, la tuberculosis fue la causa de más
del 25 por ciento de las muertes en ciudades superpobladas como Nueva York. El
descubrimiento de Robert Koch del bacilo responsable del contagio de la
enfermedad en 1882 dio lugar al Movimiento Sanatorial en Europa y los Estados
Unidos. Diseñadas para alojar, tratar y aislar a los pacientes, estas
instituciones enfatizaron una higiene estricta y una amplia exposición
a la luz solar y al aire. Antes del desarrollo de medicamentos para la
tuberculosis, su tratamiento era ambiental. Estos entornos clínicos
inspiraron la nueva arquitectura moderna. Como declaró el arquitecto
suizo Le Corbusier, "Una casa solo es habitable cuando está
llena de luz y aire".
El Movimiento Moderno era una reacción cultural al
historicismo del siglo XIX y su esfuerzo por imitar estilos arquitectónicos
de tiempos pasados, tratando de incorporarle algunas características
culturales contemporáneas.
El resultado arquitectónico fue una liberadora expresión
de igualdad, que incorporó un diseño práctico y economía estética
con la producción en masa como factor esencial. A principios del siglo XX,
esta era una nueva filosofía social, adoptada con entusiasmo por
una sofisticada sociedad urbana europeizada. Las características
arquitectónicas distintivas, como las cubiertas planas, los balcones y
las terrazas se consideradas "modernas" a través de su asociación
con el "Movimiento Moderno" y más tarde con los edificios de "Estilo
Internacional" Pero, aparte de las demandas arquitectónicas
populares, ¿por qué las cubiertas planas, los balcones y
cubiertas o terrazas ajardinadas que se encuentran en latitudes y/o condiciones
climáticas que normalmente se considerarían inadecuadas
para uso externo? No solo satisfacían el deseo de adquirir un bronceado de
moda y revelar un gusto arquitectónico vanguardista; su otro propósito,
y menos atractivo, era el tratamiento de la tuberculosis pulmonar.
Los Movimientos Moderno y el Sanatorial convergieron en el sanatorio
Paimio de Alvar Aalto, cerca de Turku, en el suroeste de Finlandia.
Inaugurado en 1932, el edificio de siete pisos tenía balcones al
final de cada ala residencial, por lo que los pacientes más
débiles
no tenían que ir muy lejos para llegar a ellos. Los pacientes que tenían
más
movilidad podían tomar el sol y el aire fresco en la terraza de la azotea.
Aalto diseñó más allá de la envolvente del edificio: también
creó
nuevos espacios interiores, diseñó muebles y accesorios destinados par a
ayudar en el proceso de curación. Por ejemplo: los sumideros
personalizados en Paimio minimizan el ruido para no molestar al compañero
de habitación del paciente, y las salpicaduras, para evitar que los gérmenes
se propaguen. Tal vez el más conocido de todos los diseños
de muebles de Aalto, la
silla Paimio, hecha de madera contrachapada de abedul doblada, lo que
facilitaba la limpieza, y tenía un ángulo para facilitar la respiración
del paciente. Sigue actualmente en producción. "Durante las décadas
de 1920 y 1930, los muebles fabricados originalmente para sanatorios y
hospitales se pusieron de moda para uso doméstico entre las clases medias más
sofisticadas de Europa y América", escribió
Paul Overy en su libro ´Light, Air and Openness´.
¡¿Y EL COVID 19...?! VEREMOS...
Los puntos de vista son variados. Hay escépticos
sobre cuánto coronavirus realmente cambiará algo. "Las
epidemias y las pandemias tienen su propia temporalidad", dice Christos
Lynteris, antropólogo médico de la Universidad de St Andrews y
coautor de Plague and the City, "Son tiempos muy condensados, luego el pánico
se disipa muy rápidamente y la gente rara vez hace un seguimiento". Señala
el brote de Sars en 2003, cuando se descubrió que un bloque residencial en Hong Kong
se convirtió en un sitio de "súper propagación" debido a
la forma en que las gotas contaminadas de las tuberías de
alcantarillado podían ingresar a los baños de las personas a través
de curvas en U secas. desagües Posteriormente, no hubo revisión
o inspección masiva de los sistemas de plomería y ventilación
para evitar que esto vuelva a suceder. "Una pandemia única
generalmente no tiene ningún impacto", dice Lynteris.
"Tienen que seguir regresando para que tomemos en cuenta".
Algunos están utilizando la crisis actual para dar
un paso atrás y reevaluar suposiciones fundamentales sobre cómo
están
estructuradas las ciudades. "Este es el mejor momento para pensar en una
ciudad transitable", dice Wouter Vanstiphout, profesor de Diseño
como Política en la Universidad Tecnológica de Delft en los Países
Bajos. “¿Podría el coronavirus ser un catalizador para
la descentralización? Tenemos estos enormes hospitales y personas que viven uno
encima del otro, pero que aún tienen que viajar largas distancias a
través de la ciudad para llegar a ellos. La pandemia sugiere que
deberíamos distribuir unidades más pequeñas, como hospitales y escuelas, en más
tejido urbano y fortalecer los centros locales”.
El estado actual del amplio e interdisciplinario universo
arquitectónico es en extremo prematuro para puntualizar en cambios
consolidados. Todos los procesos transitan por un constante estado de
"Trabajo En Progreso". Continuos ciclos de prueba, error y reformulación.
En diversos ámbitos de la arquitectura se avizoran
modificaciones, por el momento sólo son conceptuales como pudimos ver el
caso de nuevas
tendencias en los espacios de trabajo corporativo y de coworking. Sólo
un tipo de modificaciones puede confirmarse, las que implican variaciones en la
reprogramación de agenda de los proyectos y obras de magnitud como el caso
de aeropuertos, desarrollos inmobiliarios o de infraestructura de alojamiento
masivo de personas, en pos de alinearse con las nuevas reglas de juego en
proceso de redacción.
"Sabemos que habrá cambios, pero irán desarrollándose
y mutando a medida que evolucione las diversas cadenas de factores
interconectadas" nos decía nos decía el Ing.
Marcelo Lozano en nuestra charla en el Podcast en Mano Alzada. “Las
oficinas no van a desaparecer, pero el trabajo remoto empezará
a tener una presencia en aumento en los esquemas de programación
de jornadas de trabajo" afirmaba, y agregaba “muchas verdades
instaladas va a tener que revisarse, como ejemplo algunos modelos de negocios
inmobiliarios como las "tiny houses" van a tener que adecuarse a la
nueva realidad. Mucha gente antes de mudarse o comprar una vivienda va a tener
en cuentas las nuevas variables adquiridas durante estos días
de aislamiento".
Teniendo en cuenta las voces que expresan que similares
situaciones pandémicas pueden tener un ciclo de repetición en los próximos
años
Por primera vez de manera bastante global estamos
experimentando una nueva visión de nuestra esfera doméstica,
que se ha tenido que volver nuestro gimnasio, la escuela de los niños,
nuestro lugar de trabajo, nuestra área de reflexión y meditación,
el espacio en el que tenemos que interactuar con los amigos, tal vez se debería
reconsiderar cómo nuestro espacio doméstico puede ser flexible de manera que
pueda acomodar estas necesidades que tenemos día a día. Tal vez, y hasta que se logra
encontrar un remedio a una epidemia, la única cura que exista sea la
arquitectura.
En síntesis, La Ciudad del Futuro, continúa
experimentando la paradoja del Eterno Retorno.
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